lunes, 6 de octubre de 2008

¿Sueñan las maquinas con obras de Arte?

“… ¿Qué es un artista?; ¿Qué es ser artista?; Acaso se trata simplemente de un oficio, ¿Son los artistas simplemente hacedores de objetos? ¿Son esos objetos los que definen aquello? ¿Sostienen bajo su actividad algún fin particular? ¿O su ejercicio se pierde en una nebulosa de sin sentidos y probabilidades demasiado amplias?

Que el arte no tenga una función, al menos idealmente, puede decirse, es una de sus pocas verdades palpables. Así mismo, la necesidad humana de la comunicación, y su constante proceso de complejización, sugieren un afán mas allá del mero artilugio o la futilidad del uso, sencillamente, el anhelo profundo de emitir y receptar información, se sustenta no en su utilidad si no en su propio proceso, se sustenta en si misma. Con el arte, pudiera tal vez ser lo mismo, acaso lo que importa no es otra cosa que el proceso, creativo, de pensamiento.

Porque, ¿Bajo que otro estandarte puede negársele a algunos su cabida en un mundo contemporáneo en cuanto al arte? Es debido anotar que es la transformación de sus modelos de pensamiento en esqueletos obsoletos, lo que los han dejado fuera del escenario artístico presente. ¿Quiénes son esos? Los miméticos, los retratistas, los de la “vieja vanguardia”, los que siguen tradiciones viejas, los que no están en consonancia con los nuevos medios. Esto es así, independientemente de que deba ser así o no, o de su aparente justicia o iniquidad. En palabras simples, ya no es suficiente con saber hacer, si no que se debe entender el aparataje detrás del “saber hacer”. Algo así como, saber hacer-hacer.

Lo mismo sucede con los procesos de comunicación. Conforme distintas sociedades avanzan, aumentan la capacidad de descriptiva de sus lenguajes, y la cantidad almacenada de descripciones y de información, de datos. Se aumenta vertiginosamente, atesorándola como el alma misma de lo humano, en cuanto ser social. No importa en realidad la manera, pero debe producirse el intercambio. Y quien controla el intercambio, lo controla todo. En un mundo donde el ciberespacio se materialice, quien desarrolle las capacidades mas sofisticadas para moverse cada vez más rápido y seguro y poder así acaparar una cantidad mayor de ese metaespacio, es quien controlara la existencia de todo lo demás, y como es debido, esto sucede siempre, de distintas maneras, a lo largo de la historia.

Pero lo que el ciberespacio representa, pudiera estar mas allá de lo que William Gibson expresaba en su libro, “el neuromante”. Porque para Gibson el ciberespacio seguia siendo “una alucinación”, un objeto de la “virtualidad”, una mera “potencia”, y no algo autosuficiente. Para nosotros, por otro lado, ni como virtualidad ni como una nueva realidad, aun no es algo palpable. Internet no es mas que una amalgama de caminos que, aunque se han ido entrelazando a una velocidad vertiginosa, aun no logra envolver al usuario completamente, aun no lo abstrae y aun no le presenta una realidad vivida, una plataforma experimentable en todo sentido. Aun es un proyecto, una proyección, una primera medida, un acercamiento lejano pero seguro, constante, una predicción. El ciberespacio entonces, es una postdicción.

El ciberespacio, viene a presentarse como una realidad, en toda la extensión del término. Porque Gibson otorgo una base, pero ahora las posibilidades se hacen aun mas grandes, y es muy probable que el ciberespacio se transforme en algo mas. Mas allá de lo que el vislumbraba en su momento. Será una nueva plataforma donde la mente pueda extenderse, y proyectar su maquinaria semiótica que permite construir el entorno, y en aquella plataforma desconocida, la mente estará por demás libre de todos los límites y todas las barreras físicas del cuerpo. Sin embargo, a la par, también surgirán nuevas dificultades, pues muy seguramente, el adaptarse a un nuevo entorno como aquel, supondría un reto importante para el ser humano, en cuanto a la consciencia de lo que se es, y de lo que representa en un momento dado la forma física, y lo que supone desprenderse de esta para navegar por un mar de posibilidades infinitas. Todo esto resulta además, un terreno de una fertilidad abundante para el artista, comprendiendo en este punto entonces, como aquel que independientemente de su punto de partida y su punto de llegada, es un productor de procesos de pensamiento, y que dicha problemática creativa se abre a este mundo nuevo y le plantea infinitas interrogantes, sobre todo con respecto a las dinámicas de su trabajo en un mundo en el que lo físico ya no es primordial, y lo inmaterial cobra una importancia tan vivida como todo lo que alguna vez represento para si la única realidad posible.

Pero la postdiccion del ciberespacio, es decir, ese mundo que para nosotros es lo futuro, lo no alcanzado, lo que se hará palabra después, se nos antoja como una suerte de fantasía añorable, hasta cierto punto, pero muy probablemente, el camino hasta allí no será sencillo, y muy por el contrario, todo esto se proyecta como un futuro lleno de conflictos, en donde la lucha por las ideas alcanza nuevos limites. Ya en este momento, Internet representa un campo de batalla real, en donde todos los días el flujo de la información colisiona una y mil veces, impulsado desde un millón de frentes, chocando sin cesar y dejando en su camino una nube de confusión y falta de claridad. En el mundo de la información, la idea es un arma, los ejércitos ahora desfilan frente a nosotros en vivo y en directo, y el resonar de la masacre acaso ya no es una visión lejana y extraña, si no que es un cotidiano, relatado, pero muy cercano. Internet, aun con todas sus limitaciones, es la perfecta prueba de lo que ha de venir.

Basta con acceder al extenso material de propaganda bélica que se ha desplegado por distintas plataformas de la red, para comprobarlo. Se puede ver a cada soldado de cada conflicto del presente, como si sus hechos se nos contaran como algo colindante, como si acaso acabara de pasar hace un rato, casi frente a nosotros, mas, casi en el preciso momento en el que sucede. Soldados israelíes entrando en Líbano, tropas de la nefasta coalición estadounidense desecrando una civilización entera en las calles de Ramadi en Irak. Incluso, no hace falta ir tan lejos, basta con esmerarse un poco, para poder observar los cohetes del ejercito uribista bombardeando algún lugar perdido en la selva, y los cuerpos de los que seguramente se consideran “terroristas” y “enemigos del estado” volando por el aire como muñecos despedazados. No hace falta pagar nada para poder observar los frutos del genocidio que la hueste paramilitar perpetra por todas partes contra toda clase de personas. Es fácil hoy en día acceder al asesinato como medio de entretención publica, documentado con cruda pericia para ser atendido y observado como si fuera acaso algo normal, el orden natural de las cosas, los “hechos”.

Todo esto genera en la red un sin fin de personajes de distintas índoles, todos asimilando e interactuando con dicha información. Prosperan los foros de Internet, las redes sociales, y los centros de intercambio cultural y de conocimiento. Y con ello, el ser humano da un nuevo paso, necesario por completo, en su camino en ascenso hacia ese “nuevo mundo” que esta por venir, que es el ciberespacio. Y este paso no se trata de otra cosa, que el alter ego, la proyección de una personalidad manufacturada, que los individuos pueden lograr como algo ya natural, en su paso y en su diario vivir a través (Nótese que no “es en”) de la red. Es decir, ahora puede configurarse una nueva visión de lo que se es, y vivir como si se fuera esta, en lo que hasta ahora el Internet permite. Sobre todo a través de foros y redes sociales, el sujeto virtual puede generar una versión ficticia de si mismo, donde se describe, mas no puede aun presentarse realmente ante otros tal cual como intenta conformarse. Y he allí lo más importante; Internet no constituye aun una realidad en si misma, mas es sencillamente una plataforma donde se empiezan a ver formas primitivas de personalidades duales más no una “nueva persona”, totalmente constituida en ese “nuevo mundo”. Internet es mas bien una preparación, una puerta, el primer peldaño, el acceso hacia algo cuya dimensión apenas podemos imaginar.

En ese sentido, el ciberespacio, la postdiccion, es algo nuevo, no es una simple plataforma en donde apenas si se proyecta algo, si no que, es un espacio vivido y listo para ser explorado, es un mundo en si mismo, nosotros en el no somos alter egos de algo mas fuera de aquella realidad, si no que, lo que en el mundo físico seamos, es irrelevante –Sin importar si esta contrapuesto o no a la realidad física- en el ciberespacio. El ciberespacio nos acoge y nos da una nueva forma, allí somos completamente otra cosa. De hecho, podríamos incluso renunciar al mundo físico, y hacernos enteramente, habitantes del nuevo mundo, seres del ciberespacio. Pues, es seguro, no se trataría de algo a lo cual se accede por medio de prótesis visibles –Como los computadores de nuestro tiempo- si no que, muy seguramente, el acceso seria algo similar a como se entiende en el “Neuromante”. Se trata de una conexión directa, acaso el alma abandona el cuerpo y viaja mas allá de todo, donde el mundo físico ya no existe, y donde la realidad es otra, con sus propias leyes, y sus propios principios.

Avanzando en dicha realidad, despojada de los problemas que nos aquejan en nuestra terrenal existencia, y sobre todo y como ya se dijo, aportando entonces sus propias dificultades, el ciberespacio presentaría sobre todo una muy crucial e importantísima cuestión: ¿Podría haber obras de arte en dicho ciberespacio, sin ninguna “representación” del mundo físico o sin devenir de este?

Inicialmente, la incorporeidad seria una barrera difícil de cruzar. ¿Qué significa no tener un cuerpo físico que deba ser aceptado tal cual es? ¿Significa acaso que tendremos libre dominio de nuestras “apariencias” tal cual podemos editar el perfil de un alter ego como lo conocemos en el Internet y sus redes sociales? ¿O acaso nuestra forma virtual será definida por aspectos mentales, y nuestro nuevo cuerpo, el cuerpo del ciberespacio, tendrá también formas definidas?

Evidentemente, todo esto tendera a ser determinado por quienes ejerzan cierto dominio sobre lo que sustente dicho ciberespacio, ya que al menos, muy probablemente, el ciberespacio existirá gracias a una diminuta –Tal cual todo tiende a hacerse mas pequeño y portátil en el proceso tecnológico- pero al fin y al cabo física, infraestructura electrónica (¿O será que en algún punto la electrónica y la bio-tecnología se fusionaran creando sistemas que no necesiten mas “hardware” que el cuerpo humano mismo?) Tanto como si lograremos forjar una forma propia determinada por nuestros propios deseos o voluntades, o si esta forma mediante a algún protocolo será generada a partir de nuestra configuración mental, es seguro que de cualquier manera, guardaremos cierta autonomía sobre lo que seremos allí. En ese sentido, por consiguiente, es crucial que se presente la posibilidad de la creación, el proceso de pensamiento por el cual, se llegue a hacer arte en el ciberespacio.

¿Y como pudiera ser una obra de arte en un lugar como ese? ¿Será necesario algo de lo que aun las obras buscan en aquella instancia tan lejana? ¿O será que esto hasta cierto punto revelara, que es lo que realmente importa en el arte? Y, por supuesto, ¿Qué es eso? ¿Lo importante en el arte?

En primera medida; ¿Necesita la obra de una forma física, o de una proyección hacia el mundo físico?

Ya gracias a los primeros medios digitales, casi puede asegurarse con total satisfacción que no. Muy por el contrario, se genera ahora una nada nueva cuestión: La obra, en definitiva, no ha necesitado nunca de su forma corpórea, al menos no en esencia. ¿Por qué? Por lo que ha de llegar: El ciberespacio. Allí, el pensamiento sin mas deviene obra en su forma mas directa e inmediata, acaso transmitida gracias a algún catalizador, pero, en definitiva, al fin, siglos de vanalidad y futilidad terminaran arruinados por una llamarada viviente, puesto que ya no habrá manera de amarrar al artista y a su obra a cuestiones intrascendentes en cuanto a lo que tiene que ver con su socialización y con las exigencias que en aquello se le hagan. Se puede decir con una serenidad casi sagrada que con el ciberespacio y con el nacimiento de una obra enteramente mental, conceptual, ideal, todo museo y toda galería –Y todo galerista y todo curador- se transforman en el acto trastocados bajo un flujo mucho más poderoso que el del arrebato libertario de los mercados. Muy probablemente se transformen solo en mediadores y comunicadores, quedando fuera de su alcance lo que nunca debió salir de las manos del artista: La discursividad. En el ciberespacio la obra es discurso y es palabra, es idea y es experiencia, es sensación directa, es un sin fin de posibilidades mas no es ya, y para nunca volver a serlo, un problema de mercadeo o de publicidad.

¿Importa el autor? ¿Importan sus derechos sobre algo que es ya totalmente inmaterial, que ya no se puede poseer? Si quiere poseerlo, tendría que dejarlo guardado en lo mas profundo de su consciencia, de su mente. Pero en el momento de causar una obra de arte –Adrede causa, pues el proceso creativo seria una situación, y la obra de arte en el ciberespacio seria mas una constante, una potencia, que un objeto acabado- en el ciberespacio, esta recorrería circuitos neuronales de infinitas criaturas y ya jamás seria de su propiedad, pues su experiencia y sus ideas ya estarían contenidas en mil lugares nuevos y de millones de formas distintas. ¿Dónde queda la arrogancia de unos, la pedantería, los afanes elitistas? Aquí quedan en un mismo plato, el dibujante de retratos y el video-artista de moda. En tanto demuestren capacidad para generar dichas posibilidades, estarían a un mismo nivel. Mas la competencia será aun más atroz. Ya no habrá limitantes absurdas de estrato o de origen, y todos enfrentaran sus capacidades en el estado mas puro, en un campo de batalla limpio y pulcro en donde los que provengan de una alcantarilla podrán devorar vivos a los de “cuna noble” en tanto demuestren la suficiente fortaleza y entereza intelectual para lograrlo. Una aristocracia del pensamiento, una aristocracia que realmente devendrá en los mejores.

Todo esto seria posible, porque además, la incorporeidad se comprende como la muerte de la muerte, la desaparición del tiempo y la negación del espacio. Habrá un espacio, pero será este tan distinto del físico que será completamente algo nuevo. Ahora, el cuerpo en realidad será también algo más, mas esa nueva comprensión habla de la muerte del presente. Todo esto supone el desmantelamiento de cierta estructura: La mente ordena la realidad para nosotros, y en ese sentido, existe un engaño. El engaño en el ciberespacio seria completamente distinto, seria aun más grande, seria un engaño total.

Pero, mucho antes de que llegue a haber dicho ciberespacio, es necesario algo más para que tal fin pueda llegar a ser una realidad para nosotros: La inteligencia artificial.

La inteligencia artificial para nuestro momento, posee los medios más básicos de lo que pudiera denominarse aprendizaje. Por lo demás, se trata de una arquitectura física sobre la que se han escrito una gran cantidad de procesos que pretenden emular una cierta capacidad racional, al dotar a dicha estructura a la que se le han implantado dichos procesos, de la posibilidad de captar e interactuar con su entorno, y que, en virtud de los procesos que se le han descrito, puede tomar una decisión y otra, racional en cuanto a la efectividad de dichas decisiones. Es decir, se dota de una forma primitiva de inteligencia, a una amalgama de componentes no-vivos –Por demás, sencillamente, artificiales- que son capaces de actuar como una criatura, como una unidad, potencialmente, como un sujeto.

-¿Qué seria del arte sin sus sujetos? ¿Qué seria del mundo sin nadie para observarlo, para leerlo?-

El ciberespacio necesitara de la inteligencia artificial, como Internet necesita de la programación, desde el lenguaje HTML hasta los antivirus. En el ciberespacio una maquina irracional, lineal, que solo posea la capacidad de estimulo-respuesta, y que tenga una capacidad de lectura limitada, será insuficiente. Muy por el contrario, se hará imperiosa la necesidad de un nuevo genero de guardianes para ese mundo utópico que se levanta, y estos deben ser seres nacidos de la tecnología de la inteligencia artificial. Mentes inmortales capaces de cuidar del ciberespacio y mantenerlo a flote, a la par que reciban a sus segundos habitantes –nosotros- y los conduzcan en ciertas cuestiones y sobre todo, que interactúen con ellos y les brinden otras oportunidades aparte de las generadas a partir de los procesos de intercambio solo entre seres humanos.

Es además crucial comprender que, por un lado, el arte también se genera a partir de dichos intercambios. Y en el intercambio entre entidades constituidas a partir de la inteligencia artificial surgen una infinidad de interrogantes de enorme interés, tanto como en su intercambio con los seres humanos. Sus ideas, son un punto de partida para muchos cuestionamientos.

Precisamente, en ese punto, hay algo importante. ¿Qué sucede en el intercambio de ideas, y en la interacción, entre entidades de la IA y los seres humanos? Hasta ahora, la principal competencia entre estas, se ha dado sobre todo, a través de la informática, en juegos y en computación. Conforme la IA avanza, cada vez es más capaz de desafiar al ser humano. Ya Deep Blue derroto a un ser humano como pocos se han visto, Garry Kasparov, y no una, si no dos veces. La tecnología de Deep Blue era muy precaria, y la potencia de su IA se basaba en la fuerza bruta, es decir, en el descarte de todas las posibilidades que fuesen plausibles, y para ello, estas debían ser descritas una por una. Aquella maquina calculaba 200 posibles jugadas por segundo. Sin embargo, esto ya no resulta sorprendente. La IA ahora se divide en varias vertientes, según su configuración, la de Deep Blue era análoga, algo así como el estimulo-respuesta. Las demás que ahora observamos son, a la sazón, algoritmos genéticos, Redes neuronales artificiales y Razonamiento mediante una Lógica formal. Estos tipos avanzados de inteligencia artificial permiten a las maquinas pensar y razonar tal cual lo hacemos los seres humanos. Estando ya sobre este punto, es fácil suponer que las maquinas podrán competir con nosotros en cada vez un numero mayor de campos. El tipo de juego por excelencia en el que compiten las maquinas contra los seres humanos es el que intenta emular el conflicto bélico. El ajedrez en el que Kasparov fue derrotado es la versión abstracta de lo que una batalla campal podría ser. En computación cada vez son más numerosas las versiones virtuales de dichas emulaciones de conflictos armados. Es fácil hallar juegos en los que el hombre se enfrente a una maquina capaz de vencerlo en lo que a táctica militar se refiere. ¿Y que hay de importante en aquello? La táctica militar se basa, entre otras cosas, en la capacidad de reaccionar frente a las acciones del enemigo, y de la propia capacidad para frente a dichas acciones, engañar al contrincante hasta el punto de someterlo sin necesidad de la violencia. Las mayores hazañas militares, por irónico que parezca, no se deben a la fuerza bruta si no a la astucia y a la inteligencia de un comandante que toma las decisiones acertadas para desviar al oponente del camino correcto y enviarlo hacia la derrota, engañándolo.

¿Y que con esto? En cuanto a lo que al arte se refiere, la capacidad del engaño, del error, y por consiguiente de la ironía y del sarcasmo y finalmente, la de la metáfora y el lenguaje abstracto, se refieren a capacidades indiscutiblemente inherentes al lenguaje artístico y son puntos sobre los cuales los artistas se han sostenido y a partir de los cuales han pensado sus trabajos. Y todo aquello va de la mano de lo que la IA ha logrado hasta este momento: Someter al ser humano en un entorno en el que ha sido capaz de engañarlo y de ser más astuta que este. En poco tiempo la maquina podría generar toda una nueva generación de formas y pensamientos, que traducidos al lenguaje, estén a la altura de incluso la literatura o la poesía.

¿Sueñan entonces las maquinas con obras de arte?

La posibilidad de que, por un lado, la capacidad de emular la errática humana, por otro lado, la capacidad del engaño, y finalmente, el intercambio entre distintas entidades de IA, se decante en una producción del tipo artístico, es muy posible.

Precisamente, una de las cosas que más nos permiten generar procesos artísticos, es el de la posibilidad del error, la comprensión del error, y la producción de errores voluntarios e involuntarios. Lo que produce la sensación de algo real, en parte, esta dado por la imperfección de aquello. Cuando las maquinas logren incluso interiorizar lo que el error significa, lo impredecible, la ironía, el sarcasmo, el lenguaje abstracto y metafórico, estarán a las puertas de una producción en artes.

Saber engañar, además, es algo que la IA lentamente esta logrando con mayor efectividad. Y si además, la IA queda dotada de individuos que puedan generar distintos caminos para llegar a diversos fines, y que dichos caminos puedan ser puestos de manifiesto en una suerte de intercambio cultural de la IA encarnado en sus sujetos, entonces ya no hace falta nada mas para que los habitantes del ciberespacio, además, compitan con el hombre en el campo artístico. Quedan entonces planteadas muchas mas interrogantes, que recaen sobre nuestro tiempo. ¿No éramos solo los seres humanos capaces de hacer arte? ¿Qué significa que otros puedan hacerlo, otros, despojados de la emoción y todos sus suplicios? ¿Cuántos engaños mas se revelan conteniendo a los engaños que ya conocíamos? …”